Según lo establecido por González (2005) a través de la historia las personas con discapacidad han sido objeto del desprecio y el rechazo, hasta el abuso y la muerte. Debido a que culturalmente, la concepción de la discapacidad ha estado influenciada por un encadenamiento de prejuicios, mitos y estereotipos que de tal forma, promueven una actitud desigual hacia este grupo de personas.
En el transcurso del tiempo la sociedad ha sido construida para personas que no poseen una condición de discapacidad, de tal forma que se niega la existencia de cualquier persona diferente. Del mismo modo, la sociedad ha manifestado poco interés con respecto al tema de discapacidad, por lo que este colectivo siempre ha tenido que acceder a las decisiones del grupo dominante, donde la discapacidad es visualizada como una perspectiva médica y no como un tema de interés social.
De acuerdo a lo argumentado por este autor, la discapacidad desde una perspectiva de modelo médico centra el problema en la persona, considerando que el origen de su dificultad radica en la falta de destreza o en la deficiencia, igualmente, hace énfasis a la inferioridad fisiológica o biológica de la persona, propiciando así, etiquetas o designaciones tanto de pérdida de valor como de carecía funcional.
Consecuente a ello, las personas con discapacidad han estado en un nivel de desventaja dentro de la sociedad, siendo expuestas a la vulnerabilidad, al abuso por parte del resto de la población y a la discriminación. No obstante, Schalock y Verdugo (citados por Morentin et al. 2012) argumentan que en la actualidad se enfoca la discapacidad desde un paradigma de derecho que propicia el desarrollo del bienestar subjetivo y la calidad de vida.
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